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viernes, 30 de abril de 2010

Samaranch

Vaya por delante, la siguiente entrada es compleja. Es también un intento de mantener la coherencia del blog, abrir caminos para reflexionar en la asignatura de educación física. Me ha impactado el debate mantenido antes de iniciar la clase de primero de Bachillerato B. Se agradece el ojo avizor de Alejandro Cervera. Cinco apartados con distintas sintonías:

Apartado 1:
TRIBUNA: JACQUES ROGGE


Homenaje a Juan Antonio Samaranch

JACQUES ROGGE 21/04/2010
Publicado en El País.

El Marqués de Samaranch fue una figura destacada cuyo nombre es conocido en el mundo entero. No sería exagerado decir que, gracias la visibilidad que dio a los Juegos Olímpicos y al Movimiento Olímpico -sin la cual los Juegos no serían lo que son- consiguió modernizar el Movimiento y salvar los Juegos Olímpicos. Y, al hacerlo, su nombre quedó permanentemente asociado con el Comité Olímpico Internacional. Me di cuenta de los lazos que unían al presidente Samaranch con la institución que había dirigido durante 21 años cuando asumí la presidencia. No en pocas ocasiones, incluso dos o tres años después de mi elección, algunos mandatarios o representantes con los que me reuní reconocían mi cara, la relacionaban con el COI, pero luego se dirigían a mí llamándome Sr. Samaranch, algo que siempre me hizo reír. Su carisma era tal que, para algunos, el hombre y la institución eran indisociables. Cada vez que viajaba, el presidente de honor inspiraba un gran amor y respeto tanto por su persona como por la institución que con tanta inteligencia había dirigido. Conocí a Juan Antonio Samaranch hace más de 25 años, cuando visitó el Comité Olímpico Belga, pero mi primera verdadera reunión con él fue el día de mi elección como presidente de los Comités Olímpicos Europeos en octubre de 1989. Poco después, coincidí con él en una visita voraginosa a los nuevos estados emergentes de la antigua Unión Soviética que, evidentemente, habían creado nuevos comités olímpicos nacionales. Mientras prestábamos nuestra ayuda a estas nuevas naciones, entablamos una sólida relación basada en el respeto y la confianza. Por mi parte, el respeto y la confianza que me inspiraba fueron acrecentándose a lo largo de todos estos años en los que pude ser testigo de su pasión y devoción por el Olimpismo, sus excepcionales conocimientos sobre deporte y la energía con la que afrontaba cada nuevo día. El presidente Samaranch fue el arquitecto de los Juegos Olímpicos de la era moderna. El fortalecimiento y la unidad del Movimiento Olímpico son obra de su visión y talento excepcionales, y sus enormes logros dejarán un legado que perdurará durante muchos años. Entre muchas otras cosas, a Samaranch se le recordará por haber defendido la representación femenina en el COI (él mismo supervisó la entrada de las primeras mujeres miembros del COI en los años ochenta), por haber logrado la abolición del amateurismo en los Juegos Olímpicos, por haber mejorado la calidad de los Juegos y aumentado el número de países participantes a pesar del boicoteo de Moscú 1980 y Los Ángeles 1984, y por haber mejorado la salud financiera del Movimiento Olímpico. A Samaranch también se le debe la creación del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), la mayor participación de los atletas en la toma de decisiones del COI, gracias al establecimiento de la comisión de atletas, y la construcción del Museo Olímpico de Lausana. Pero, además de todos estos logros y de ser una persona pública, Samaranch era también un hombre discreto. Algunos le describieron como una persona parca en palabras, pero yo, que realicé muchos viajes de trabajo con él, no comparto esta opinión. Siempre se caracterizó por su amabilidad y calidez. El Samaranch que la gente no conoce es aquel que, estuviera donde estuviera, tenía la entrañable costumbre de comprar postales y sellos para mandárselas a sus nietos desde los lugares más remotos. Yo he perdido a un mentor y a un amigo; el mundo ha perdido a un hombre realmente maravilloso.


Apartado 2:



Apartado 3:


Faltaba poco más de un año para la muerte de Franco pero Samaranch aún alzaba el brazo. EFE
Fuente: Leyenda y fotografía de Diario Público, 11/08/09.

Apartado 4:


A mida passa el temps més trobo a faltar al meu pare. Hi coses o fets que me’l recorden constantment. Avui,sense més lluny, amb la mort del Samaranch m’han tornat a la memòria les paraules que em repetia molt sovint quan sortia Juan Antonio per la tele. Resulta que el meu pare i el Samaranch van anar junts a escola, al col•legi alemany de Barcelona. Un bon dia al pare li va cridar l’atenció una insígnia que el Juan Antonio duia a la solapa, era una creu gamada! Al preguntar-li perquè la duia, el Samaranch li va dir que allò ( el nazisme) era el futur i que sempre s’havia d’estar amb els guanyadors... Aquesta història la he sentit desenes de vegades, ara ja ningú me la pot explicar, però crec que és bo que la sàpiga tothom. Avui seria un dia trist pel meu pare: un funeral d’estat al Palau de la Generalitat a un nazi oportunista. Quin fàstic!

Del blog de Enric Llorens

Apartado 5:


BARCELONA, 22 Abr. (EUROPA PRESS)
Barcelona y la familia olímpica homenajearon hoy al ex presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) y refundador del olimpismo, Juan Antonio Samaranch, en una ceremonia civil en el Palau de la Generalitat con más de 200 asistentes, y que clausuró la emotiva versión del himno de la Barcelona olímpica 'Amigos para Siempre', del tenor Josep Carreras y Sara Brightman. La ceremonia estuvo presidida por los Príncipes de Asturias y la Infanta Cristina; el presidente de la Generalitat, José Montilla; el presidente del COI, Jacques Rogge; los hijos de Samaranch María Teresa y Juan Antonio; los familiares más allegados, y una nutrida representación de los ámbitos político, social, económico y del mundo del deporte, al que Samaranch entregó gran parte de su vida. Los Príncipes y las autoridades recibieron el féretro poco después de las 10 horas en el Palau de la Generalitat. En el Saló Sant Jordi, donde se celebró la ceremonia civil, se colocó el féretro cubierto con la bandera olímpica, que también ondeó en los balcones del Palau de la Generalitat y del Ayuntamiento, y al mismo tiempo sonó el himno olímpico. Sobre las 12.30 horas abrió la capilla ardiente para la ciudadanía, y se prevé que continúe abierta hasta las 17.00 horas. A esa hora se desplazará su féretro en coche fúnebre por Via Laietana hasta la Catedral, donde se oficiará el funeral a las 18.00 horas. Al abrirse la capilla había una cola a las puertas de la Generalitat que atravesaba toda la plaza Sant Jaume. En la ceremonia, el deporte estuvo representado por los mismos hijos de Samaranch, ya que María Teresa preside la Federación Española de Deportes de Hielo, y Juan Antonio es miembro del COI y vicepresidente de la Federación Internacional de Pentathlon Moderno. También acudieron el ciclista Miguel Induráin, los tenistas Albert Costa y Emilio Sánchez Vicario, y el presidente del FC Barcelona, Joan Laporta. También asistieron los alcaldes de Barcelona y Madrid, Jordi Hereu y Alberto Ruiz Gallardón; el presidente del Parlament, Ernest Benach; el vicepresidente catalán, Josep Lluís Carod-Rovira; los ex presidentes de la Generalitat Pasqual Maragall y Jordi Pujol; el delegado del Gobierno en Catalunya, Joan Rangel; el presidente de la Diputación de Barcelona, Antoni Fogué. La clase política estuvo representada, entre otros, por Mariano Rajoy, Jorge de Moragas, Alberto Fernández (PP), Xavier Trias (CiU), además de cargos del Govern socialistas, como la consellera Mar Serna, y republicanos, como la secretaria del Deporte de la Generalitat, Anna Pruna. Del mundo económico acudieron el presidente del Círculo de Economía, Salvador Alemany (Abertis); el presidente de Repsol, Antoni Brufau, así como una nutrida representación de La Caixa, entre la que estaban el presidente de honor, Ricard Fornesa; el presidente de Honor de la Fundación La Caixa, Josep Vilarasau, y el actual presidente, Isidre Fainé.


UN GOTEO CONTINUO DE PERSONAS VISITA LA CAPILLA ARDIENTE

Un goteo continuo de personas visitó esta mañana la capilla ardiente del ex presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Juan Antonio Samaranch, que abrió sus puertas a las 12.30 horas --con media hora de retraso-- y que permanecerá abierta hasta las 17.00 horas, una hora antes de que se celebre el funeral en la Catedral de Barcelona. En el momento de su apertura al público, una vez concluida la ceremonia civil presidida por los Príncipes de Asturias y la Infanta Cristina; el presidente de la Generalitat, José Montilla; el presidente del COI, Jacques Rogge; los hijos del fallecido, María Teresa y Juan Antonio; los familiares más allegados, y una nutrida representación de los ámbitos político, social, económico y del mundo del deporte, más de un centenar de personas hacían cola para entrar a la capilla ardiente. Sin embargo, el tráfico de personas que quiso despedirse de Samaranch en el Palau de la Generalitat fue fluido. No faltaron tampoco decenas de centros y coronas de flores en su recuerdo, enviados desde entidades o clubes del deporte, empresas del ámbito privado o de cabezas de Estado, como el Comandante Jefe de la República de Cuba, Fidel Castro. Entre los barceloneses y ciudadanos procedentes de lugares más lejanos que aguardaban en la cola el comentario más repetido fue el de que Samaranch había conseguido mucho para Barcelona, y le atribuían el haber logrado los Juegos de 1992 para la capital catalana, un hito que quisieron agradecerle visitando la capilla ardiente.  "Fue el mejor catalán del siglo XX", resaltó Antonio visiblemente emocionado en declaraciones a Europa Press. Cristina, una barcelonesa de 25 años, acudió para darle las gracias a Samaranch por los Juegos del 92, cuando ella sólo tenía 8 años, pero aún recuerda que alguna noche de la cita estuvo pendiente hasta las 4 de la madrugada. "Quiero que vuelvan a Barcelona", reclamó. Juan Manuel vino expresamente de Martos (Jaén) y tomaba fotografías al balcón de la Generalitat con la bandera olímpica vestido con la camiseta que lucían los voluntarios de los Juegos de 1992. "Gracias a él se hicieron los Juegos", defendió refiriéndose a Samaranch, y consideró que la mayoría de voluntarios deberían acudir hoy a Barcelona para darle un último adiós.

viernes, 12 de marzo de 2010

Milana bonita

Miguel Delibes ha fallecido hoy en Valladolid a los 89 años. Posiblemente, uno de los mejores escritores españoles del siglo XX. Un artículo en el que ofrece su particular visión sobre el fútbol:

Sin personalidad

Después de mover arriba y abajo el cubilete quedaron en liza cuatro selecciones clásicas, las previstas, sin que ninguna, salvo quizá la alemana, estuviera a la altura de su historia. El fútbol del Italia 90, cuando no gris y pusilánime, resultó blandengue. Apenas un 15% de los partidos (Alemania-Holanda, Italia-Irlanda, Inglaterra-Camerún) comunicaron a la grada alguna vibración, o hicieron saltar al telespectador de la butaca. Los demás resultaron de muy bajo tono, un fútbol desapasionado, elemental, premioso, que siguió siéndolo (salvo en la semifinal Alemania-Inglaterra) en las prórrogas, cuando el encuentro, de no dar un vencedor, tendría necesariamente que dirimirse por penaltis. (¿Por qué, me pregunto, apelar a fórmula tan arbitraria y caprichosa cuando de lo que se trata en estos campeonatos es de concentrar emociones, vivir intensamente la gran fiesta del fútbol? Yo recuerdo que ningún Mundial ha logrado resucitar en mí la conmoción vivida en 1934, cuando a través de un gótico receptor de radio, que emitía más ruidos y silbidos que palabras, seguí la gran gesta española del Italia 34, el mundial mussoliniano. ¿Por qué no volver a aquellos partidos de desempate, sin tiempo para descansar, al día siguiente, con los efectivos diezmados por el cansancio y las lesiones, o con los suplentes, en los que la tensión futbolística alcanzaba unos límites que ahora tratamos de buscar en vano mediante otras fórmulas?).Quedó campeona, con más dificultades de las previstas, la selección alemana. Un triunfo cantado, en particular desde que Italia, una Italia sin fervor, contagiada del enervamiento napolitano, fue eliminada por una Argentina muy afortunada, muy lejos de aquel equipo triunfador en Buenos Aires (1978) y México (1986) del que sólo quedan algunos atisbos de Maradona y su buena colocación en el campo. Argentina no fue lo que era, llegó más arriba de lo que merecía, y otro tanto cabría decir de Inglaterra (salvo en la semifinal) e Irlanda. Otros, en cambio, pagaron el pato y se asustaron antes de entrar en calor y poder demostrar de lo que eran capaces: URSS, Suecia, Bélgica, Holanda, Brasil, tal vez España. El azar no acertó en esta ocasión. Del bombo salieron combinaciones que en la práctica resultaron desacertadas y no dieron en la pradera el juego que cabía esperar de ellas. El bajo tono de este Mundial tan esperado confirma que el dinero que hoy gira alrededor de este deporte enriquece a los futbolistas pero empobrece al fútbol. Cuando los futbolistas se convierten en administradores (del cero-cero inicial, de sus tobillos, de sus cuentas corrientes, de lo que sea), el fútbol se hace burocrático, insoportablemente conservador, repetitivo y enfadoso. Tan sólo alguna selección representante de algún país exótico, como la de Camerún, aportó al trofeo un hálito de frescura, algo diferente del viejo y revenido automatismo. Camerún fue al Italia 90 algo así como el chino Michael Chang al Roland Garros 89: una gracia inédita, la última sorpresa de lo exótico. No diré que fuese un descubrimiento, porque ya en 1982 había empatado con el mismísimo campeón, pero sí ha sido un animador, un equipo que saltaba a la pradera a jugar, a divertirse y, de paso, a divertirnos a nosotros, los espectadores. Hace ocho años la selección de Camerún demostró ser un brasilito: un equipo lento cuando hay que serlo, cadencioso, de fútbol de pase corto, acompasado, rítmico, de amplios despliegues seguidos de cerrados repliegues casi casi instantáneos, con un sentido de anticipación imaginativo y vivaz. Eso era Camerún en 1982. En 1990 ha demostrado que ya es algo más que un brasilito, que ha crecido, que es capaz de crear jugadores míticos como el viejo Milla, de tutear -y vencer- a los poderosos. Es el primer equipo africano que se las tiene tiesas con los tradicionales campeones, la demostración palpable de que el día que el continente negro se entregue al fútbol con la fruición con que lo hacen Europa y Suramérica tendremos tal vez que despedirnos de nuestra supremacía. Porque, al margen de habilidades circunstanciales, de técnicas mejor o peor asimiladas, una cosa hay incontestable: el sentido del ritmo y la resistencia física del africano no podrá alcanzarlos ya el europeo por mucho que se esfuerce. El europeo está pasado de fecha.

En lo atañedero a España ocurrió lo que suele ocurrir en estos campeonatos oficiales. Fue apeada a las primeras de cambio, aunque yo no creo que España cayera mucho antes de lo que hubiese debido caer. Si nos fiarnos de las clasificaciones en otras copas del mundo, comprobaremos que nuestra posición oscila en torno al décimo lugar, puesto abajo, puesto arriba. No sólo no llegamos a campeones, sino que ni siquiera optamos a ello; no jugamos nunca las últimas eliminatorias. Más que falta de juego, España padece una fragilidad de base: nervios frágiles, frágil condición física, frágil moral. Después del partido de entrenamiento con Yugoslavia días antes de ir a Italia (que España ganó sin merecerlo) leí en los papeles que nuestras selección había jugado baja de ritmo y velocidad. A mi entender, ni alta ni baja: no jugó. Y siguió sin jugar en el encuentro inicial contra Uruguay, donde apareció una selección atenazada por los nervios, asustada de sí misma. Tengo para mí que España abusa de las concentraciones. La concentración precampeonato es demasiado larga y estrecha, se habla con exceso del rival de turno, se abusa de las pizarras, de los vídeos, de la posición que cada cual debe adoptar en el campo... Esto, que puede resultar útil para jugadores fríos y asentados, es malo para jugadores nerviosos, máxime cuando su entrenador y seleccionador es aún más nervioso que ellos (hay que recordar los gestos y ademanes de Luis Suárez en la banda durante los partidos de la selección). Dos docenas de personas sensitivas encerradas juntas durante un mes y medio antes que palabras intercambian temores, se contagian inquietudes, se enervan mutuamente, y saltan al césped no ya "motivados", como se dice ahora, sino pasados de "motivación", con la cabeza caliente y las piernas flácidas, desobedientes, absolutamente incapaces. Y lo grave es que este envaramiento (también lo vimos en el Mundial 82) no desaparece con el primer partido. Contra Corea y Bélgica, España Jugó un poco más, pero sólo a ratos, en contados minutos. La fragilidad era ahora más bien física y moral que propiamente nerviosa, pero nuestra selección seguía siendo frágil. Y frente a Yugoslavia, nuestro ejecutor, no diré que España jugara mal, al menos se esforzó, dominó, acorraló en ocasiones a su rival, creó oportunidades de gol, incluso podríamos hablar de mala suerte, pero le faltó lo esencial, saber esperar y ese punto de intuición, de fantasía, que demostró Stojkovic, engañando a 22 jugadores y 200 millones de espectadores, recortando a Martín Vázquez -en vez de empalmar de volea, como esperábamos todos- antes de empujar la pelota a la red. Creatividad, imaginación, invención, llámese corno quiera. Eso falló. Nuestra selección batalló pero dentro del cliché rutinario que hoy dominan hasta los niños. Así es difícil meter goles. Para conseguir goles en un Mundial es preciso hacer cosas distintas. En resumen, España sigue estando donde estaba. A lo largo de medio siglo, como grupo y en comparación con otros grupos, no ha progresado. Sigue sin codearse con los grandes. Cae en la liguilla previa, los octavos o, a lo sumo, en los cuartos de final. Pero esto, en definitiva, es secundario; lo grave es que no deja huella, no asombra, carece de personalidad futbolística. Antaño, con los Zamora, Lángara, Iraragorri, Quincoces y hasta Zarra se acuñó un término definidor: la furia española era el equivalente del reinado de la montaña en ciclismo. En fútbol éramos furiosos, y en ciclismo, reyes. En cualquier caso, distintos a los demás, más luchadores. Nos iba la improvisación. Éramos más rápidos, más vivos, más astutos que los otros. Las tácticas, las pizarras, los vídeos no van con nuestro temperamento, nos han agarrotado. Han empalidecido el uniforme rojo, han frenado las cabezas de humo y de miedo los corazones. Nuestros representantes no se atreven a moverse en el campo por miedo de romper las tácticas. Hemos enajenado la furia, pero no hemos sabido sustituirla por otra cosa. España, en fútbol, está donde estaba, ni más arriba ni más abajo, pero desgraciadamente ha perdido su personalidad.

 Publicado en el periódico El País, 11/07/1990. Reeditado hoy en el mismo periódico.

Paseando en bicicleta.
Fotografía: Luis Alberto García


Miguel Delibes, muchas gracias.
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